Desde hace pocos días, a los diputados del macrismo los bombardean las estrofas de una vieja canción de León Gieco, algo modificadas para la ocasión: "¡Ojo con los Borocotó! Yo los conozco. Son como los Orozco. No son Pro".
Los citados versos, difundidos por ingeniosos internautas, apuntan a un fenómeno que, si bien no es nuevo ni exclusivo de la Argentina, se popularizó entre nosotros hacia fines de 2005 con el conocido médico pediatra Eduardo Lorenzo "Borocotó", quien arribó a la Cámara de Diputados en una lista de candidatos porteños inspirada por Mauricio Macri y, poco antes de asumir, se acercó al oficialismo kirchnerista.
"Borocotó", a quien la ciencia política le debe el término "borocotización", como se denomina al súbito cambio de bando de una figura política, dejará su banca el 10 de diciembre próximo. No obstante, parece haber hecho escuela y ya se perciben versiones mejoradas, representativas de este fenómeno de travestismo o transfuguismo político.
Entre otros, son los casos de la senadora correntina Dora Sánchez, de origen radical, quien acompañó al oficialismo con su voto favorable a la ley de medios audiovisuales, después de calificarla como un "mamarracho"; o del diputado Julio Rubén Ledesma, quien pese a ser reelegido en las elecciones de junio en la nómina liderada por Francisco de Narváez, se reunió con Néstor Kirchner y apoyó el presupuesto 2010 impulsado por el oficialismo.
A cincuenta días del recambio parlamentario, que le hará perder no pocas bancas legislativas al kirchnerismo, ya es algo más que una simple conjetura que el Gobierno apostará a la "borocotización" de legisladores que ingresaron o ingresarán al Congreso por fuerzas no oficialistas, convirtiendo al Poder Legislativo en una suerte de shopping donde intentará comprar voluntades para su causa.
Funcionarios del Gobierno no niegan que se buscará seducir a legisladores de la oposición a través de métodos lícitos para formar mayorías, pero se enojan cuando se habla de una estrategia de "borocotización". "Todos hablan de Borocotó, pero nadie habla de (Julio) Cobos, que votó en contra de su propio gobierno", afirmó el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, quien pretende instalar el término "cobizados" para distinguir a aquellos que se mudan de bando.
Se advierte preocupación en la oposición, ciertamente. Tanto es así que el radical Ricardo Alfonsín ha propiciado un proyecto "antiBorocotó", con el propósito de que pierdan sus bancas aquellos legisladores nacionales que cambien de partido.
Hay jurisprudencia de la Corte Suprema según la cual las bancas corresponden al partido por el que fueron elegidos los candidatos. En contra de ese criterio, el propio "Borocotó" ha sostenido: "No pude pasar de un partido a otro, porque nunca estuve afiliado a ningún partido". Y añadió: "En la lista en donde yo estaba con Macri, me llamaron para conseguir votos, como hace poco el Gobierno la llamó a Nacha Guevara".
No son Ricardo Alfonsín ni Francisco de Narváez los únicos preocupados. El peronista disidente Felipe Solá fue más allá todavía, al admitir que visita personalmente o llama telefónicamente con bastante asiduidad a cada uno de los diputados de su sector, para no llevarse la sorpresa de que alguno esté pensando en sacar los pies del plato.
El problema del travestismo o transfuguismo político en la Argentina reconoce causas más profundas, vinculadas con el devaluado papel de los partidos políticos, que en la mayoría de los casos ya no son instituciones mediatizadoras de demandas sociales ni asociaciones cuyos miembros se encuentren unidos por un proyecto común o por lealtades, sino que son meros instrumentos al servicio de personas que buscan escalar posiciones políticas y acceder a un cargo público.
Fuente: Fernando Laborda
Especial para lanacion.com
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