El motín, liderado por el teniente
coronel Aldo Rico, puso en escena a un sector del Ejército que hasta ese
momento venía consolidando su liderazgo de manera subterránea, enancados en la
disconformidad de las capas bajas y medias de las Fuerzas Armadas con "los
generales de escritorio", a quienes responsabilizaban por el fracaso de
Malvinas y la bancarrota del Proceso.
El de los "carapintadas",
como los bautizaron los medios, fue el primer levantamiento desde el regreso de
la democracia y generó una movilización de la sociedad civil pocas veces vista,
en columnando detrás del presidente a prácticamente la totalidad de los
partidos políticos y organizaciones sindicales. Luego de cuatro días de
tensión, depusieron su actitud tras reunirse con el presidente, quien al
anunciar el fin de la crisis ante una multitud los calificó como "héroes
de Malvinas".
En ese mismo discurso, Alfonsín
profirió una de sus más célebres frases: "¡Felices Pascuas! La casa está
en orden". Si bien el alfonsinismo planteó la crisis en términos de
"democracia o dictadura", existe cierto consenso en considerar que
los sucesos de Semana Santa no fueron un intento de golpe de Estado sino, en todo
caso, un "planteo" militar. Luego del alzamiento, el Gobierno envió
al Congreso el proyecto de ley de Obediencia Debida, cuya redacción estaba
lista al momento del alzamiento. El proyecto fue tratado en tiempo récord, y
avalado por la Corte Suprema en menos de un mes.
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