jueves, 27 de enero de 2011

El futuro esplendoroso de Cuba sin los Castro


El tiempo es el padre de la verdad, reza un viejo refrán inglés, y ya es tiempo suficiente para no seguir viviendo y creyendo como destino una mentira.

El régimen de los hermanos Castro ha sido exitoso en convencer a los cubanos, y al mundo, de su estrecha y tenebrosa visión del futuro de la Isla. De modo incansable deforman las perspectivas personales y de pueblo. Lucran con el mensaje de una lúgubre e inamovible imagen de porvenir macabro, una especie de decadente destino manifiesto y, sobre todo, la proyección de una sombría y aburridísima visión fatalista, que se sustenta en enervar sentimientos de extremo rencor, violencia, rechazo y pesimismo.

Esa casta militarista de ineptos mandones, anquilosada en el poder desde hace más de medio siglo, se presenta como la única solución posible no ya de vida, sino de supervivencia atroz. Igual al guión de otros regímenes totalitarios, anuncian con dramatismo el final indescriptible si no se continúa trillando el sendero de miseria por donde conducen al rebaño. Otra opción, es decir, que el pueblo decida por sí mismo y no por lo que atosigan desde sus perennes e inalcanzables tribunas, sería enfrentar un abismo insondable de desgracias y hasta la desaparición de la nación, vociferan sin coto.

El mensaje aterrador parece tomar cada vez más presencia en las vidas de los cubanos que lo sufren, máxime con las medidas brutales de choque que ya se están aplicando a un nivel de vida de magra supervivencia diaria, sin que a los perpetradores les importe todo lo que esto provoca de vicisitud, mayor empobrecimiento, miseria y represión en los sobrecogidos habitantes de la Isla.

Pretenden que esa manera de ver la realidad termine transformándose en algo cada vez más cotidiano y hasta cultural. Y persisten en la infamia de endilgarle a la sociedad el sentimiento de constante culpa, haciéndola responsable de su propia miseria. Han convertido en insufrible rutina el sometimiento de la población mediante el despótico uso de sorpresivas encerronas de leyes draconianas que aplican para sus emboscadas represivas.

La última sesión de la Asamblea Nacional da la descarnada pauta de toda esta perversa estrategia criminal y abusiva. El abismo bordeado que describió el gobernante Raúl Castro en su discurso tremebundo, parece ribeteado del Apocalipsis inminente que el Caudillo mayor aún martillea con inconexos textos desde su irreversible decadencia.

En lamentable asistencia de lacayo, otro envejecido aparatchik con baldón de diputado nacional, hasta proclamó que el desastre cada vez mayor al que ellos mismos nos abocan “es la última oportunidad de salvar el esfuerzo de varias generaciones”. Y no se le raja la garganta al decirlo, como si no bastara con mirar el entorno para, con tristeza, tener constancia de que ese esfuerzo generacional, que desde el mismo próspero principio acompañó a la República hace ya más de cien años, fue despilfarrado con creces y sin escrúpulos por los que dicen defenderlo sin relevo posible.

La combativa oposición pacífica, lo mismo dentro que fuera del país, pese a su rechazo a la dictadura y del duro sufrimiento que le ha significado una lucha tan desigual por democratizar la nación, también ha terminado siendo víctima de este mensaje horrendo. Lamentablemente, y lo decimos con verdadero dolor, se ha limitado a criticarlo, denunciarlo, pero no ha sido capaz de ofrecerse y entregar a todos otra visión perspectiva, y convincentemente atractiva de nuestra patria, del futuro de libertad y derechos que merece la sociedad.

En un cúmulo de conflictos provocados por la brutal y despiadada represión, mezquinas ambiciones personales y la falta de un propósito nacional de unión, aunque también con sobradas virtudes, la oposición no ha logrado sustraerse al escenario de aparente destino inamovible con que machaconamente la dictadura se ha dedicado a intoxicar y paralizar las fuerzas renovadoras de la sociedad. El exilio o la desesperanza por lo general han sido las soluciones más recurridas.

Ni siquiera la joven generación de blogueros, periodistas independientes y nuevos contestatarios ha escapado de esta mala influencia. Su mensaje fresco, dinámico y rebelde, pese a estar a caballo de una audaz modernidad tecnológica que ha sido y es muy efectiva para difundir por el mundo la voz de los que no están conformes, tristemente no supera los estrecho límites prefijados por el régimen castrista para el escenario nacional. Como el de la maltratada oposición que resiste durante años, siempre a la zaga de las acciones del vetusto régimen, criticando sus desmanes, lamentando la vida que se lleva y advirtiendo más desastres.

Digámoslo sin ambages: todos los que deseamos el bien de la nación hemos sido quejosos, plañideros y depresivos, sin darnos ni ofrecer un aliento alegre y concreto de la Cuba que podemos ser.

Es cierto que la denuncia de los crímenes de la dictadura y de la violación de los derechos humanos es impostergable. Pero no podemos limitarnos a eso. Reconozcamos que toda la tétrica bobería que arma esta agotada etapa histórica que se rehúsa a acabar de desaparecer ha podido avanzar hasta este punto sublimado de apoteosis apocalíptica porque nos hemos dejado imponer la visión de hecatombe inminente del destino que nos han designado.

No estamos ofreciendo a nuestro pueblo, al mundo, a nosotros mismos, un escenario diferente, real y convincente, la Cuba futura que queremos y que todos llevamos como esperanza en lo más profundo del corazón. Pertenecemos a una tierra bendecida y pletórica de potencialidades y oportunidades para todo. ¿Acaso es válido pensar que no la merecemos?

Pero lamentablemente no se ha creado este mensaje, esa propuesta que haya captado la esperanza y el entusiasmo de la confundida masa del pueblo. Quizá el error esté en no habernos convencido, los que alzamos nuestra voz inconforme, del propio sueño de progreso y desarrollo basado en la libertad y el derecho. Tal vez esta falta de convicción, aplastada por la persecución brutal, sobrecogida por la amenaza o la efectiva sanción de años de prisión, no es capaz de hacer saltar la chispa de esperanza en nuestros asustados compatriotas, ya sean víctimas o victimarios.

Lo primero que tenemos que estar seguros es que nuestra Cuba no va a ser un nuevo y desagradable competidor, un obstáculo para el desarrollo y progreso de la región. Debe trabajarse intensamente por borrar la mala impronta de esa visión de amenaza velada creada durante medio siglo de ejercicio castrista, de esa robusta imagen de un Estado obsesamente camorrista y subversivo que siempre intenta dominar y perjudicar los destinos de los pueblos del Continente, y que a su vez padece de un eterno lastre geográfico por la vecindad con el “monstruo del Norte”. Expulsemos toda esa fanfarria desatinada y tramposa.

Los arrolladores avances tecnológicos de las comunicaciones, esos de los que el presente sistema represivo ha intentado inútilmente aislarnos, una vez sin obstáculo de acceso nos darán el vehículo de modernidad necesario para integrarnos con rapidez y dinámica a la corriente civilizadora y de progreso de la globalización. Y si levantamos nuestra mirada podremos ver que a escasos centímetros de nuestro cielo se encuentra la sombrilla tecnológica más desarrollada del planeta.

Para cambiar el rumbo lo más importante, lo verdaderamente determinante es que cada uno se atreva a desembarazarse de esa imagen de nación condenada y descubra dentro de sí el deseo imperioso de una Cuba para nosotros, una casa que queramos hacer cada vez más bonita y acogedora y que nos embriague de deseos de vivir en ella, no de huir derrotados, buscando vida en el extranjero. Este es nuestro país y va a serlo mucho más en un futuro.

Para este sueño de bienestar y progreso posibles, todos los cubanos, absolutamente todos, debemos abrir nuestra imaginación, debemos largar la cotorra repetidora de sandeces de nuestro espíritu y liberar el sinsonte criollo de vibrante trino para que despliegue su alegre vuelo. Tenemos que convencernos y convencer a nuestros aprensivos vecinos que nuestra geografía insular, nuestra naturaleza de llave del Golfo, una vez librados del sudario totalitario que ahora nos limita, va a ser una bendición para la economía, la cultura y el avance del área y hasta del Hemisferio.

Concretamente, antiguos proyectos de desarrollo geográfico que fueron abandonados por el espejismo ideológico hace más de medio siglo, continúan siendo vigentes, sobre todo por la capacidad de enlazarnos con esa área que nos teme y demostrarles lo beneficiosos que podemos ser para sus países. Recuérdese el proyecto de enlazar Key West con La Habana por una línea de ferris y, a través de Pinar del Río, con Cancún. La moderna ingeniería que transforma radicalmente al mundo con proyectos osados va a permitirnos ser una oferta muy atractiva de trabajo y audacia tecnológica, haciendo un enlace permanente entre las tres orillas: las del territorio norteamericano, el cubano y el mexicano, uniendo en firme los tres países y dando una fenomenal vía de acceso de toda la muy poblada y rica costa atlántica del Continente Norte al turismo y desarrollo general cubano, mexicano y centroamericano.

Otro proyecto podría ser retomar la construcción del Canal de Matanzas, el que enlazaría las aguas del Mar Caribe con las del estrecho de la Florida. El viejo fantasmón de la nación dividida por un canal no puede asustarnos a estas alturas, estando de vuelta de todos los nacionalismos paralizadores. Un proyecto como este, fácil de ejecutar en muy poco tiempo, permitiría atraer el paso por el mismo de las muy abundantes rutas de navegación con carga de América del Sur. Sería una oferta muy atractiva pues ahorraría más de cien millas de trayecto marítimo alrededor de Cuba, en dirección hacia los dinámicos puertos de destino del sur de los Estados Unidos. El cobro de modestas franquicias de paso y el desarrollo paralelo de todo tipo de servicios a todo lo largo de la ruta del canal darían enormes posibilidades de empleo y negocios permanentes.

Las regiones orientales de nuestro país también tendrían su oportunidad haciendo uso de ese espíritu de desarrollo del enlace regional como fuente de riqueza. El progreso que traería para esa región cubana al enlazarla abierta y firmemente con Haití, República Dominicana y Puerto Rico serviría de puente geográfico para el gran mercado norteamericano. Sería el primer paso para más adelante conectar las grandes Antillas con las menores, fortaleciendo de manera concreta la unión y desarrollo pujante del área del Caribe.

Estas propuestas sin duda pueden ser mejoradas y más que seguramente superadas por la iniciativa, creatividad y la pujanza que los cubanos de todo el mundo puedan sentirse llamados a ejercer en un país más suyo de lo que lo fuera nunca. Pero, y lo repetimos muy seriamente, para que eso sea una realidad cada vez más cercana, lo primero que hace falta es quitarse la dictadura de la mente y del alma. Y lo debemos hacer sin dudar.

El sistema que nos oprime es un tejido extinto y fétido que está intentando resistirse a la fuerza de gravedad que se lo está llevando a la tumba. No debemos permitirle dejarnos de forzada herencia esta lobreguez de espíritu, esa sentencia de exclusión y miseria de por vida. Somos tremendamente occidentales, modernos, alegres y emprendedores. Pensemos con amplio optimismo en nosotros y en el país que queremos, y seremos capaces de trasmitirles esa esperanza a nuestros hermanos en cualquier parte del mundo.


Fuente: http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/el-futuro-esplendoroso-de-cuba-sin-los-castro-254590

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